Cuando el lenguaje sociológico se queda corto para describir la realidad, la literatura puede llegar en su auxilio ayudando a desentrañar la complejidad de fenómenos sociales tan dispares como la inmigración, la exclusión social o el desempleo… Eso es lo que piensa y ha hecho Rosario Izquierdo Chaparro en su «Diario de Campo», artilugio literario que, según los críticos, no encaja en ningún género.
La autora ha aludido a Belén Gopegui, Virginia Woolf, Doris Lessing o Alice Munro como sus referentes literarios y a su formación sociológica como herramienta para entender los fenómenos sociales. Y ha aunado ambas pasiones para ofrecernos un retrato aparentemente sencillo (porque se lee con suma facilidad) pero hondo y profundo de la periferia sevillana, de la exclusión social, de la desigualdad de género, de los diferentes mundos que se encuentran al final de la línea del autobús… con la mujer como eje vertebrador de las múltiples narraciones que entretejen el libro. La experiencia personal se funde con la profesional, los ecos literarios con las voces de la calle, la metodología científica con la sensibilidad maternal, los olores de los bizcochos recién horneados con los coches tuneados de los «Jonatans, Ivanes y Samueles», los ombligos descubiertos de las «Vanessas, Desireés, Jessicas…» con las jam sessions … para trasladarnos la peripecia de una mujer que es, al mismo tiempo, muchas mujeres periféricas y que busca su reflejo en las mujeres que la rodean: «Mucha gente no sabe lo que es vivir sin que nadie te anime desde chica a hacer algo bueno, quiero decir alguna cosa necesaria para una, ¿me entiende usted? Pero yo sí lo sé. La mujer sigue hilvanando afirmaciones que no le he pedido. Rebotan contra las paredes y luego son envasadas al vacío para desconcertarme en momentos futuros, cuando recuerde las punteras desgastadas de esos zapatos que a veces mueve con impaciencia» (p. 31).
El diario de campo como instrumento para la investigación científica y la reflexión se transmuta, en la pluma de Rosario, en el cuaderno de bitácora de una mujer que construye su identidad profesional y personal en un entorno de limitadas oportunidades para ella y para las mujeres a las que entrevista, radiografía y describe. Nos las expone con sus historias personales, sus redes, sus motivaciones, sus horizontes, sus nervios y sus sonrisas: «Podrían haberse negado a continuar y marcharse, pero lo cierto es que no se iban sin responder aplicadamente a mis preguntas: allí permanecían con sus labios, ombligos y cejas perforados, sus grandes pendientes de argollas, sus tatuajes y peinados inspirados en Amy Winehouse, concentradas a pesar de todo en dar los datos correctos acerca de las personas de su red» (p. 85).
Rosario Izquierdo Chaparro (2013). Diario de Campo. Caballo de Troya: Barcelona.
Lo que han dicho de «Diario de campo»:
«La narradora de Diario de campo va siguiendo itinerarios vitales que entremezcla con el suyo, y lo hace con inteligencia, dejando bien claro desde dónde mira y por qué, y con una voz cercana, íntima, que permite al lector empatizar de forma inmediata no porque la narradora se haya propuesto gustar ni desvelarnos secretitos, sino porque su intimidad es común, nos apela. Su voz se mezcla con otras voces cuando reproduce el lenguaje coloquial, y a ratos se desplaza hacia el registro sociológico con el que se ha acercado a los colectivos, y que la dota a ella de una identidad laboral que en verdad es frágil» (Entrevista a Rosario Izquierdo Chaparro en www.microrevista.com).
«¿Estamos ante una autobiografía? ¿Un experimento textual de antropología social? ¿Un ensayo? ¿Una novela? Leído el libro, para mí es una sabia combinación de todos esos géneros (…). Diario de campo es algo más que un experimento narrativo (su simbiosis de géneros). Es una redefinición de todos esos géneros. La ficción, que se necesita desdramatizar para evitar el sensacionalismo sociologista; la sociología, que necesita desmitificar su estatus cientificista; y el diario o la autobiografía, que tiene que desautorizar su pulsión narcisista» (Crítica en Babelia, El País, 22 de junio de 2013. Leer aquí).
«Con Diario de campo ha querido hacer un ‘fresco social’ de mujeres juzgadas desde un molde que no repara en su heterogeneidad (…). La narradora toma la crema que se aplica desde los 17 años por prescripción de su madre como elemento cotidiano, casi banal, para hablar de la discriminación desde sus raíces. Detalles nimios en apariencia que delatan la desigualdad» (Mujeres marginales, pero distintas, en El País, 14 de junio de 2013. Leer aquí).
Como muy bien has mencionado, a veces el lenguaje sociológico se queda corto a la hora de describir la complejidad de los fenómenos sociales que nos rodean, por lo que, desde mi punto de vista, optar por comprender la realidad social desde la empatía y la cercanía con los protagonistas de ciertas situaciones, me parece muy acertado y, sobre todo, necesario. Muchísimas gracias por darme a conocer este «Diario de Campo». Profundizaré en su lectura, ya que me ha enganchado.